‘Una canción de amor para Latasha’ una mirada íntima a las heridas
El cortometraje documental narra los últimos momentos de Latasha Harlins, cuya muerte ayudó a iniciar las manifestaciones en pro de la vida de los afroamericanos en California, Estados Unidos, en 1992. A través del lente de la directora Sophia Nahli Allison recorremos la importancia de mantener la lucha por la vida y la protección civil
Latasha Harlins ‘Cortometraje sobre su muerte’
En 1991, Latasha Harlins, de 15 años, se dirigía a un supermercado local para comprar jugo de naranja para su familia. La dueña del local, Soon Ja Du, tras acusarla falsamente de robar la botella de jugo, le disparó en la nuca; el cadáver de Latasha fue encontrado con dos dólares en la mano, destinados a pagar por su compra.
La sentencia recibida por Du por asesinato voluntario fue de 400 horas de servicio comunitario y una multa de 500 dólares, sin tiempo de cárcel.
La muerte de Latasha en el centro sur de Los Ángeles fue uno de los catalizadores para las protestas en pro de la vida de los afroamericanos en 1992, en medio de una situación de racismo y discriminación creciente en la comunidad de California.
En Una canción de amor para Latasha, Allison muestra las heridas que siguen abiertas en la familia Harlins, a través de la voz de su prima Shinese Harlins y su mejor amiga Tybie ‘Ty’ O’Bard, quienes rememoran la corta, pero significativa vida de Latasha, sus sueños y el carácter que la diferenciaba del resto de los jóvenes de su comunidad.
“Ella quería ser abogada y sacar a su familia adelante”, comenta su prima en el documental, “siempre confiaba en sí misma y protegía a los demás”.
Para la documentalista experimental, fotógrafa y etnóloga, contar la historia de Latasha era un deber con la comunidad afroamericana y un homenaje a las vidas perdidas por el racismo que azota a Estados Unidos.
El documental debutó en el Festival de Cine de Tribeca de 2019 con un acercamiento a “la dicotomía entre el dolor y el placer de ser negro”, según comentó la directora al medio Vice.
“¿Qué significa contar una historia cuando no hay evidencia tangible, pero la única evidencia que sobrevive proviene de los recuerdos de quienes la conocieron, de esa historia oral, y por qué su historia nunca fue documentada de esa manera?”, dijo Allison a Vice.
“¿Por qué han tardado 30 años para que la gente finalmente sepa más sobre Latasha, fuera de aquellos que estaban cerca de ella durante ese tiempo?”.
El cortometraje documental de 19 minutos explora a través de diversas escenas y recreaciones artísticas el conflicto de vivir en una comunidad cerrada al cambio, además de las luchas para salir adelante y el costo de tener sueños.
Latasha, quien era una poeta en formación, una excelente estudiante y la responsable de criar a sus tres hermanos junto a su abuela después de la muerte de su madre –quien fue baleada afuera de un club nocturno–, soñaba con tener su propio negocio, graduarse de la secundaria con un promedio alto e ir a la universidad para convertirse en abogada “y darle justicia a quienes eran como ella”, como explican en la cinta.
Los últimos momentos de la vida de Latasha están encapsulados en 26 segundos de imágenes granuladas de la cámara de seguridad dentro del establecimiento donde fue asesinada una mañana.
“Esa señora [Ja Du] siempre nos amenazaba con su pistola y aprendimos a acostumbrarnos, la policía no hacía nada al respecto”, expresó Ty, la mejor amiga de Harlins, en la cinta, “mi madre siempre nos decía que no fuéramos allí, y yo se lo decía a Latasha (…), nunca entendí por qué no me hizo caso”.
Con paños de dolor y añoro, Allison tiñe las imágenes de su obra y amplía el sentido de empatía de los espectadores, tratando de hacernos entender que más allá de la muerte de Latasha, existe todavía la misma lucha por el respeto al derecho a la vida de los afrodescendientes en todo el mundo.
“Lo que más me importa es que mi familia esté protegida por un escudo, para que no sea lastimada por gente peligrosa, cruel y despiadada”, escribió Harlins en su diario el 6 de febrero de 1991, “si pudiera pedir un deseo, sería recuperar a mi madre”.
“Ella era cariñosa, generosa y cortés con los demás, pero también tenía un carácter determinado y su madre le dijo que podría lograr todo lo que se propusiera, algo en lo que creyó firmemente toda su vida”, expresó su prima entre lágrimas ante la cámara.
Dentro de la conversación global de la importancia de la vida de los negros –resaltada en los últimos meses tras el fallecimiento de George Floyd, en Estados Unidos–, recordar a las mujeres y niñas negras cuyas historias han sido simplificadas a videos de segundos y noticias “glamoralizadas” ha sido la misión de Allison, según comentó a Vice.
“Siempre digo que esta película es un lenguaje secreto para las mujeres negras y las niñas negras. Quiero que nos encontremos y nos sintamos dentro de la pieza, por eso la imagen de la joven negra en la película es constantemente diferente y cambia constantemente, porque quiero que reconozcamos que todos podemos ser Latasha”, indicó Allison, “que todos somos parte de Latasha.
Que todos podemos identificarnos con lo que nosotras, como mujeres y niñas negras, experimentamos, y la importancia de preservar y archivar nuestros recuerdos y no permitir que otra persona nos borre”.
El cambio de actrices que representan a Latasha dentro del cortometraje no es coincidencia ni un intento de Allison por mantener a la audiencia pendiente de la historia, sino su propia manera de cambiar la narrativa de los documentales y la apreciación que se ha adjuntado a ellos dentro de la industria cinematográfica.
“En los documentales tienes que tener fotos, tienes que tener metraje y material adicional. Pero nuestra historia no permite ese tipo de documentación. Entonces, ¿qué significa cuando no solo descolonizamos la pieza final sino la práctica?”, comentó Allison.
“Creo que me he sentido muy frustrada porque la gente quiere reducir esta historia a un solo aspecto y el trauma es del 10% de su historia. Esa fue la última parte de su vida. Todo lo demás es lo realmente importante. Espero que esto continúe construyendo un modelo dentro del documental experimental y las películas híbridas”.
Al conocer la historia de cuando Ty y Latasha se conocieron –luego de que Ty la rescatara de ser sumergida en una piscina comunitaria por unos chicos abusivos– vemos las imágenes de una joven flotando pacíficamente en el agua, sin embargo, cuando se narra la historia de la muerte de Latasha, las imágenes se vuelven oscuras en un compendio de figuras y garabatos enojados por los sentimientos que denotan los testimonios de su prima y mejor amiga; para el final, los recursos multimedia que utiliza Allison nos muestran un panorama de paz y renacimiento, dando a entender que la historia –y vida– de Harlins sigue resonando en su comunidad y familia.
Una canción de amor para Latasha es, en su entero, un documental experimental y artístico que deja en evidencia que no hay necesidad de establecer el trauma de una persona para contar su historia de forma atrapante y desgarradora.
El relato de Latasha conecta con millones de niñas y mujeres negras, dejando a los demás espectadores siendo testigos de un tributo y una celebración de la vida, en medio de un mundo que ha vuelto a enfocarse en lo que realmente importa.
“La gente simplemente sabe que era una joven negra que valía 1,79 dólares”, dijo Ty. “No saben quién era ella como individuo. Ellos no lo saben”.
Una canción de amor para Latasha disponible en Netflix Panamá.
CALIFICACIÓN LA ESTRELLA: 5.0/5.0 estrellas
“Allison nos transporta a 19 minutos de recuerdos, deseos y sueños que no se cumplieron, pero que se mantienen vivos en la memoria de familia y amigos de Latasha.
La visión de la documentalista llega de manera artística y necesaria para la conversación global sobre el respeto a la vida y la lucha por la libertad de todos los grupos raciales y étnicos en diversas latitudes”.