“El suelo recurso vital en peligro”
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El uso irracional del suelo puede degradar irreversiblemente su función.
Desde el punto de vista agrícola, la tierra funciona como el canal de comunicación entre el productor y su cultivo, ya que a través de las acciones que este realice, la calidad y el tamaño de su plantación variará drásticamente.
El suelo es un recurso que vive constantes cambios, transformándose en un recurso altamente complejo.
No solo funciona como soporte para todas las formas de vida, como las plantas y los animales, sino que además sirve de sustrato para el crecimiento de la vegetación, garantizando los nutrientes necesarios para todas las especies.
Desde el punto de vista agrícola, los suelos funcionan como el canal de comunicación entre el productor y su cultivo, ya que a través de las acciones que este realice, la calidad y el tamaño de su plantación variará drásticamente.
Sin embargo, el uso irracional del suelo puede degradar irreversiblemente su función.
Entre todos los tipos de degradación que puede sufrir el suelo, la peor es la erosión, o lo que es lo mismo, la pérdida de capas fértiles que limitan la capacidad productiva de ese suelo y de biodiversidad. Como resultado, la productividad y los ingresos referentes a la agricultura disminuyen, la migración hacia áreas urbanas se incrementa y la pobreza rural se exacerba.
A fin de concienciar a las personas de la importancia que tiene la tierra en nuestras vidas, cada 7 de julio, desde 1963, se conmemora el Día Internacional de la Conservación del Suelo en honor al científico estadounidense Hugh Hammond Bennett, quien dedicó su vida a demostrar que el cuidado del suelo influye directamente en la capacidad productiva de estos.
“La tierra productiva es nuestra base, porque cada cosa que nosotros hacemos comienza y se mantiene con la sostenida productividad de nuestras tierras agrícolas”, comentó una vez el científico considerado el pionero en el campo de la conservación de los suelos.
El suelo es vital para la agricultura y alimentación
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el cambio en el uso de la tierra, la sobre-explotación de recursos naturales y las malas prácticas agrícolas continuadas dejan huella en nuestros suelos.
En Panamá, se estima que un 27% de las tierras están degradadas y el arco seco es una de las áreas más sensibles,
“Las cárcavas que se extienden por sus paisajes son testigos de la erosión y los árboles que desaparecieron. Las pisadas de ganado que se aprecian en sus parajes muestran su fatiga por el sobre-pastoreo.
Sus tierras claman por agua, y cuando llega, su fuerza provoca un desgaste que compromete su vitalidad y socava los medios de vida de los productores que viven en ellas”, mencionó la FAO en Panamá en un comunicado.
Valentín Sáez es uno de esos productores que trataba de sacar su producción adelante en estas tierras. Su finca, situada en la provincia de Los Santos, padecía escasez de agua durante buena parte del año y el pasto era insuficiente para alimentar al ganado.
Además, mostraba signos de degradación, un fenómeno que supone una disminución de la capacidad de los ecosistemas para producir bienes o prestar servicios de forma óptima.
“En esta zona, el verano tiene una mayor duración y es más difícil hacer producir la tierra. Yo había realizado varios intentos con la producción de leche y de carne, pero había fracasado.
En varias ocasiones había tomado la decisión de vender la finca y migrar a otro lugar a trabajar”, recuerda Valentin Sáez.
En un último intento por impulsar su producción, Valentin Sáez se sumó a una iniciativa del Ministerio de Ambiente de Panamá (MiAmbiente) y la FAO de apoyo a la toma de decisiones para el manejo sostenible de la tierra, el cual contaba con respaldo del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés).
Inés Beernaerts, oficial de tierras y aguas de la FAO para Mesoamérica, explica en el documento que el objetivo principal de esta iniciativa fue prevenir y reducir la degradación de la tierra y restaurar aquellas que están degradadas, a través de un marco de apoyo en la toma de decisiones para la implementación, y la réplica de buenas prácticas de manejo sostenible de suelos y recursos hídricos a gran escala.
Para ello se definieron dos zonas prioritarias dentro del arco seco, que fueron las cuencas hidrográficas de Parita y Tonosí.
En estas áreas se analizaron los niveles de degradación y se formaron dos comités que involucraron a todos los actores.
También se seleccionó una serie de fincas para realizar la intervención de conservación y restauración, entre ellas la de Valentin Sáez.
Según la FAO, para adquirir la seguridad alimentaria y medios de vida se aplican métodos apropiados del manejo de la tierra que ayudan a invertir la degradación de recursos del suelo, agua y biológicos, y para aumentar la producción de cultivo y ganadería.
José Victoria, director nacional de seguridad hídrica de MiAmbiente, afirma que un aspecto importante es la participación de la comunidad y los productores en la evaluación de los niveles de degradación. “Se les consultó para hacerles partícipes de los resultados y propuestas para abordar esta problemática”.
Al ver que había ese interés y apoyo, decidí seguir batallando y participar de este proyecto”, añade Valentin Sáez al recordar sus inicios en esta iniciativa hace dos años, que le brindó orientación para realizar un diagnóstico descriptivo de los principales problemas de producción en la finca y desarrollar posteriormente un plan de manejo con varias opciones tecnológicas de manejo sostenible de la tierra.
Durante la implementación del plan de su finca, Valerntin Sáez recibió orientación técnica para realizar prácticas de manejo sostenible de los suelos, como diques de madera y abonos orgánicos; establecer sistemas silvopastoriles a través de cercas vivas y árboles dispersos en potreros; sembrar pastos mejorados para la alimentación del ganado e instalar un sistema de abastecimiento de agua para consumo animal.
Además de estas prácticas, se capacitó en principios de agro-negocios para lograr mayor rentabilidad.
“La experiencia fue positiva porque se llevaron a cabo las prácticas de conservación a nivel de finca y los propios productores pudieron realizarlas, como por ejemplo el tratamiento de las cárcavas, de los niveles de erosión que hay en las fincas y degradan la tierra”, reconoce Victoria.
Según la FAO, los efectos de degradación de suelos son numerosos.
Entre ellos se incluye la disminución de la fertilidad del suelo, elevación de acidez, salinidad, alcalinización, deterioro de la estructura del suelo, erosión eólica e hídrica acelerada, pérdida de la materia orgánica y de biodiversidad.
Como resultado la productividad y los ingresos referentes de la agricultura disminuyen, la migración hacia áreas urbanas se incrementa y la pobreza rural se exacerba.
Ante esto en el país se han tomado medidas para la recuperación de la productividad de suelos degradados, los cuales se deben conectar con otras medidas que afectan las prácticas de manejo de tierras, en particular la agricultura de conservación, buenas prácticas agrícolas y manejo de riegos, y el manejo integrado de nutrición de las plantas “.
Todos los seres humanos podemos poner nuestro granito de arena, para procurar la salud y conservación de los suelos de nuestro entorno”, puntualiza Victoria.
Un dato muy importante es que la FAO celebra cada 5 de diciembre el Día Mundial del Suelo; con ello son varios los eventos anuales dedicados a este importante recurso del que dependen la vida y el sustento de todos los seres humanos.
Noticia: Yelina Pérez Sánchez