Memoria: Conocer, recordar???
La memoria es una capacidad con multitud de variantes.
Tenemos memoria a corto y a largo plazo, que indica la distancia temporal entre lo que se recuerda y el presente. La memoria a corto plazo suele ser más funcional y por eso, cuando el cerebro pierde flexibilidad, solemos acordarnos más de lo que pasó en nuestra niñez que de lo que hemos comido hoy.
Hay quien posee memoria eidética, como Sheldon Cooper, lo que viene a ser memoria fotográfica. Recuerdas con detalle lo que ves, incluso mucho después. Muchos hemos conseguido aprobar exámenes acordándonos del párrafo que estaba debajo de aquella foto en la parte derecha superior del libro de texto aquél…
Existe la memoria episódica, que es la que nos permite recordar hechos personales con nitidez, incluyendo sensaciones. Siempre se ha dicho que los mejores recuerdos de un viaje son lo que comiste, dónde y con quién.
Sin embargo, cuando surge este último factor, el ‘con quién’, la memoria se tiñe de emoción y hace que logremos proezas y antiproezas sorprendentes.
Yo suelo comentar que, ante un nuevo grupo de taller o trabajo, de entre 10 y 30 personas, soy capaz de memorizar sus nombres e incluso sus apodos inventados, en el primer cuarto de hora de la primera sesión.
Lo necesito. Es bastante poco agradable dirigirte a alguien como ‘el de la camisa a cuadros’, o ‘la del pantalón tobillero’. Sobre todo cuando hay más de una camisa o de un pantalón iguales en el grupo.
Poder llamar a cada persona por su nombre, o por el nombre que te has inventado para ella, hace que la relación inmediata, profesional y pedagógica, sea más directa, eficiente y eficaz.
Por el contrario, al mismo tiempo que ‘alardeo’ de esta capacidad que no deja de ser un entrenamiento de la atención, confieso que, al acabar el curso, módulo o taller, me ocurre a menudo cruzarme con un alumno al día siguiente y no recordar su nombre, aún sabiendo que le conozco.
Es lo que yo llamo memoria útil.
Necesitas vaciar nombres, caras, apodos, para que quepan los siguientes u otra información.
La memoria se entrena. ¡Vaya que sí!
Y si a esta memoria le añadimos las emociones, la intensidad, calidad y durabilidad de esa memoria crece exponencialmente.
Y aquí permitidme que haga un guiño en homenaje a Domingo Serrano Dotor. Una persona con un excepcional entrenamiento de memoria humana.
Ah, claro, si no os presento a Domingo, difícilmente sabréis por qué lo traigo a colación. Domingo es, o fue, hasta el pasado día 23, ‘El Gordo’ de Almagro.
Los habituales de la ciudad encajera, lo conocíamos sin remedio, pues regentaba, años ha, un bar en la plaza mayor donde su enorme humanidad apenas podía girar detrás de su pequeña barra, pero donde se degustaba la mejor pipirrana, el pollo en escabeche o la merluza rebozada, sin olvidarnos del pisto y la cerveza bien tirada. Luego cruzó la Plaza para tener más amplitud y los visitantes de la ciudad del Festival, durante el mes de julio, no perdonaban una comida o una cena a base de tapas de su cocina.
Pues bien. A Domingo lo conocí… mejor dicho, él me conoció a mí, cuando mis devaneos con el teatro clásico y Almagro eran más habituales.
Luego he pasado por Almagro muy de tanto en tanto.
La última vez fue el verano pasado, con una visita fugaz a su terraza.
No nos veíamos desde hacía más de 4 años.
Yo no dejé de saludarle y él no dejó de recordarme y de preguntarme por mis teatros y mis libros.
Sí, la restauración es una profesión donde la memoria del cliente es fundamental.
Pero recordar a una persona que pasa por allí cada tantos años y saludarnos como si nos hubiéramos despedido el día anterior, es mucho más que eso.
Es una memoria entrenada, con entusiasmo y profesionalidad.
En fin. Si todos aplicáramos esta capacidad de Domingo de memorizar a las personas, sus historias, sus vidas y sus intereses al trabajo diario, a la relación con nuestros alumnos, nuestros compañeros, nuestro equipo, nuestros clientes, os aseguro que nuestra capacidad y nuestra eficiencia crecería por momentos.
Yo lo intento, lo entreno.
Nunca llegaré a la suela de tus zapatos, Domingo.
In memoriam…
Gracias!!!
Articulo: Fernando Bercebal